Lecturas: Tiempo de Jugar | El Mundo de Berisso Lecturas: Tiempo de Jugar | El Mundo de Berisso
CULTURA

Lecturas: Tiempo de Jugar

14:01hs
martes 1 de agosto, 2023


Por Juan F. Klimaitis klimaitisjf@yahoo.com.ar


Supuse que debía deshacerme de mis densos años para leer este libro, “Tiempo de jugar”, de la autora berissense Gloria Joray. Sin embargo, no fue necesario retroceder en mis añosos calendarios para disfrutar, como un joven adolescente o mejor aún, como un chiquillo, de la perfección de sus páginas. En su contenido, cada cuento va seguido de una ilustración de jóvenes pintores, tal vez niños de jardines de infantes. Ahí pude encontrar gran parte de mi vida en sus primeros años, donde las cosas minúsculas, elementos sencillos para un adulto, eran asombros desmesurados que llenaban de contenido la mente en crecimiento de nuestra pubertad.

Gloria, con el patrocinio artífice de Patricia Celadilla, supo avanzar en la construcción de esta obra de 31 cuentos de amplio margen editorial, con letra de tamaño acorde a la necesidad de comprensión rápida de un lector menudo, con lenguaje apropiado y sin discriminar su conciencia intelectual, hizo de este género, difícil en su elaboración, un tomo libresco de muy respetable posesión. Es un libro que se deja reposar en las manos por su amable disposición. Ya sea en su concepción editorial a cargo de “Hespérides”, como por la afabilidad de su léxico. Ya desde su comienzo, Gloria, con su ¡Gracias! como introducción, nos incorpora a la realidad de su mundo feliz, donde el entorno terrestre se entremezcla con el esquema virtual de la internet, para llevarnos del favor, tan cálido como tierno y pacífico con los menores, a la tierra de los Incas, al misterio de los astros del universo, para, de repente, volvernos pequeños en su ternura para adentrarnos en el escenario de “Doña Ardilla y el topo Totó”. Como si de nuevo volviésemos a ser lo que fuimos antes de ingresar al horizonte áulico de la escuela primaria.

No olvida su viejo Berisso cuando recrea “Chicos en bicicleta” al recordar la antigua esquina de Montevideo y 32, al inicio del camino hacia Palo Blanco, hasta llegar a la playa, donde vivieron momentos de un temor ínfimo, pero de dimensiones reales que los rodeaban, entre botes y fuertes lluvias. ¡Cuánta evocación se encuentra en esa narrativa, donde tanto el autor como los actores disfrutan, al fin y al cabo, del aroma a madreselvas, campanillas y de “toda la variedad vegetal de esa reserva costera, un generoso humedal”!

Todo vuelve a renacer en sus propios tiempos cuando, quizás de la mano de un afecto muy querido, caminaron por el estrecho sendero, flanqueado por las dos vías férreas de la zorrita a caballo, en busca del sol y deseando recostarse junto al río.

La autora despliega un estilo lujoso al narrar sus cuentos de manera sencilla pero profunda al mismo tiempo. Se deleita en su inquietud entre elementos familiares para la humanidad, como un kiwi, un trébol de cuatro hojas, mariposas blancas, cubanitos, un buzón, una araña que no sabía tejer, el diente de león, un caracol, una ovejita friolenta, una mariquita de otoño, aquella bicicleta del viaje a la costa, y otras esencias y sustancias que conforman el cosmos cotidiano en el que todos exploramos la existencia. No intenta adentrarse en territorios ajenos a la concepción artística de otros mundos habitados por seres y conceptos distantes de nuestra realidad. Aunque estos seres fantásticos sean universales, no se acercan más a nuestra propia situación vivencial.

Buscando un respiro entre la solidez de la prosa, manifiesta su aprecio por la poesía al embarcarse repentinamente en unas «Vacaciones en el mar». Aun siendo una niña, construyó castillos de arena con sus pequeños dedos, disfrutó de helados y buscó caracoles a orillas del océano. Sin embargo, este tiempo resultó ser insuficiente, ya que casi de inmediato, apenas pudiendo prolongarlo, tuvo que regresar a su hogar, a la espera del postre y consciente de que pronto tendría que volver al colegio, sin olvidar mencionar el postre. ¡El postre! Aquel magnífico dulce de chocolate y fresas con un exquisito toque de almendra…

Goria Joray merece elogios por revivir el pasado, su propio pasado convertido en palabras, frases e imágenes visuales plasmados por escrito. Estas se dan por sentadas junto a ellas y al dar vuelta la página, nos encontramos con una ilustración en colores vivos que refleja rápidamente lo expresado en el cuento compartido. Además, cabe destacar que contó con numerosos colaboradores que la ayudaron a enriquecer la idea expresada en su prosa, casi convirtiéndola en música a través del preciso manejo de los párrafos.

Este libro de cuentos consta de 98 páginas, que pueden deleitarse por aquellos que se sumerjan en la calidez de sus relatos, independientemente de su edad, siempre y cuando dispongan del tiempo para jugar a la infancia sin temor ni vergüenza. Allí reside la verdadera esperanza del ser humano: la libertad de volver a ser niño…






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