Al celebrar su 40ª sesión en 2019 y en el marco del Decenio Internacional para los Afrodescendientes 2015-2024, la UNESCO consagró el 24 de enero como Día Mundial de la Cultura Africana y los Afrodescendientes. La fecha coincide además con la adopción de la Carta para el Renacimiento Cultural de África en 2006 por los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Africana. Por lo tanto, la celebración de este día intenta también promover al máximo la ratificación e implementación de esta carta por parte de los Estados Africanos, fortaleciendo así el rol de la cultura en la promoción de la paz en el continente.
Si bien no masiva, en la región la afluencia de inmigrantes africanos fue significativa en la primera parte del siglo XX, asociada casi exclusivamente a Cabo Verde como tierra de origen.
La colectividad se radicó en Ensenada y se organizó en una entidad fundada en 1927, año donde según la Asociación Latinoamericana de Estudios para Asia y África (ALADAA) se produce una gran migración de caboverdeanos a la Argentina. Según el mismo informe, aquella oleada estuvo asociada a “la miseria, el hambre, la falta de trabajo y de un porvenir para sus hijos” y “en muy pocos casos se aducen razones políticas o de otra índole”.
Miembro histórico y actual presidente de la colectividad caboverdeana, Santiago Sosa Monteiro repasa la historia de la institución fundada el 13 de septiembre y remarca el esfuerzo común para construir la sede ubicada en Moreno al 118.
Fue en la década del ‘30 cuando se consiguió el terreno y comenzó la edificación. “Muchas familias hipotecaron sus casas”, remarca el dirigente, evocando iniciativas como “La fiesta del ladrillo”, donde cada persona llevaba uno para poder levantar las paredes.
La entidad fue creciendo de a poco. Primero se levantó el salón principal y en una de las últimas etapas llegó la secretaría. Un espacio histórico y reconocido en la región fue la cancha de bochas, que en principio fue de chapa y tiempo después, a través de un arreglo con la Municipalidad ensenadense, se fue haciendo de material.
“La colectividad compraba polvo de ladrillo. La municipalidad le armaba el ladrillo, lo enviaban a la colectividad y ahí levantaban las paredes”, recuerda Sosa Monteiro. La cancha fue reconocida en toda la región y estuvo en pie hasta hace unos años, cuando se decidió tirarla abajo porque, debido a su construcción sin vigas, había peligro de derrumbe.
En las Memorias de la Dirección Nacional de Migraciones no figuran datos estadísticos sobre la población caboverdeana. Tampoco en los censos. En buena medida, los inmigrantes que ingresaron ‘legalmente’ lo hicieron como portugueses, pero se presume que un buen número debió entrar en forma clandestina. Esas circunstancias hacen que sea difícil determinar el número real de inmigrantes de esa nación. Y la identidad portuguesa, en muchos casos, determinó la identidad de los llegados.
Aludiendo al fenómeno, Sosa Monteiro revela una charla que mantuvo hace un tiempo con un caboverdeano de unos 80 años. “Me decía que durante casi 60 años tuvo una bandera que fue la portuguesa, un himno que fue el portugués y un pasaporte-documento que dice que es de la isla de Cabo Verde. De repente, después de 60 años, le dicen que no es portugués, sino caboverdeano. Estaba orgulloso de eso, pero de repente tuvo otro himno, otra bandera, otro documento. Reparé entonces en la nostalgia que los atravesó”, expone.
La independencia del país no fue bien recibida por toda la diáspora. “Tuvimos un caso donde la madre quería seguir siendo parte de la colonia, mientras su hijo prefería la independencia. Cabo Verde siempre tuvo eso; como que nunca fue África del todo y tampoco fue Portugal del todo, entonces tenías una isla con una influencia muy africana y otras islas con una influencia muy portuguesa, pero nunca del todo terminaban de ser algo en sí”, explica Monteiro.
Esta identidad desdoblada se arraiga en su historia como país. Narra el presidente de la colectividad que cuando los portugueses ‘descubren’ Cabo Verde, era una tierra deshabitada, por lo que buscan africanos para esclavizarlos. Así llegan los primeros pobladores desde diferentes partes de África, conformando una nueva cultura.
“No se mantuvo ninguna cultura al 100%. Se formula una nueva cultura”, remarca, manifestando que esa particularidad se vuelca en las tradiciones de la colectividad, que a veces parecen quedar ‘estancadas en el tiempo’.
“El otro día por ejemplo vino gente de la Embajada cuando hicimos una fiesta con comidas típicas y bailes y decían ‘cuánto hace que no escucho esta canción’. Para establecer un paralelismo, ellos hoy escuchan por ejemplo Luciano Pereyra o Abel Pintos y nosotros nos quedamos en Mercedes Sosa”, observa, añadiendo que Internet hizo en los últimos años que se pudieran conocer nuevas expresiones de la cultura al otro lado del océano.
Sosa Monteiro rescata la fecha y el reconocimiento hacia la cultura africana, pero no se declara amigo de este tipo de efeméride ‘abarcativa’. “Está buenísimo que se reconozca la cultura africana, pero me choca mucho el tema de que se hable de África como un todo. Cabo Verde tiene un millón y medio de habitantes, son 10 islas y es uno de los países quizá más chicos de África. Coladera, batuque y cerca de 13 ritmos son parte de su cultura. Se habla de África como un todo y es un continente integrado por 52 países, donde cada uno tiene sus particularidades”, observa.