
Si bien por la propia dinámica del sistema capitalista los esquemas del mundo del trabajo que rigieran en el siglo XX comenzaron a crujir con fuerza con el inicio del nuevo milenio, la pandemia trajo aparejada la implementación de modificaciones urgentes e inevitables en modalidades laborales tradicionales. Surgió asÃ, en diversos rubros, el tránsito de la ‘presencialidad’ al ‘trabajo remoto’, o la combinación de ambas modalidades en el que comenzó a denominarse esquema ‘hÃbrido’ o ‘mixto’. La digitalización y la universalización del uso de herramientas tecnológicas sugirieron el camino y el Covid-19 aceleró el tránsito por esa ruta.
El aislamiento obligatorio y el posterior retorno paulatino a actividades habituales, hicieron necesaria la sanción de nueva legislación, entre otras cosas orientada a establecer algún régimen legal de contratos que contemplen el teletrabajo.
Pasado unos años de aquellos cambios, organizaciones ligadas a distintos ámbitos profesionales y gremiales e incluso a administraciones gubernamentales, se empeñan en estudiar las nuevas tendencias y sus efectos, teniendo en cuenta que lo que está en juego es entre otras cosas el ‘status’ del trabajador y la responsabilidad de las empresas en relación a su desempeño.
Reformas en el mundo del trabajo impuestas por las circunstancias y cambios que se buscan impulsar en el caso de Argentina desde la administración nacional, plantean un nuevo escenario en lo que a relaciones laborales se refiere. La discusión, aún pendiente en lo que hace a determinaciones de fondo, deriva en lógicas tensiones entre referentes de sectores sindicales, empresariales y polÃticos.
En ese contexto, funcionarios y voceros del gobierno nacional sostienen que las medidas que van adoptándose apuntan a fomentar la formalización del empleo, asà como a modernizar el sistema de contrataciones para adaptarlo a las nuevas demandas del mercado. Como respuesta inicial y básica, las organizaciones sindicales alegan que los cambios que se sugieren o imponen acentuarán la precarización del empleo y la pérdida de derechos adquiridos, en lo que respecta por ejemplo al sistema de indemnizaciones.
Un posible cambio de tendencia
Los muestreos indican que la tendencia del trabajo ‘remoto’ podrÃa experimentar un retroceso apoyado por la decisión de las empresas que buscan mejorar sus niveles de productividad e imponer el regreso a la presencialidad.
Surgen al respecto opiniones variadas, ya que encuestas de entidades profesionales indican que aproximadamente un 25% de empleados prefiere la oficina, un 40% opta por un modelo hÃbrido y un 35% sigue eligiendo el teletrabajo pleno, dentro de los rubros en lo que pudieron aplicar las nuevas metodologÃas. A la vez, surgen discrepancias entre grupos que ven con buenos ojos seguir con las tareas desde sus domicilios y los que por el contrario desean salir de ese aislamiento.
Se advierte en los distintos estudios que las personas más jóvenes, acostumbradas al empleo de herramientas digitales, tienden a adaptarse mejor al trabajo remoto, aunque eso no significa que lo prefieran en todos los casos.

Como en cada fase de cambios pronunciados, en los comienzos de este sacudón en el esquema económico y productivo los empleados debieron adaptarse y atravesar un perÃodo complejo de transición al trabajar a distancia, pero al corto plazo un gran número prefirió la utilización de este sistema que le ofrece diversas comodidades, como la administración del tiempo. Tal es asà que muchos entienden que el trabajo remoto es un ‘derecho adquirido’.
Como sea, diversos reportes coinciden en que el futuro del empleo estará asociado inevitablemente a modalidades mixtas.
Encuesta de Indicadores Laborales
Un reciente informe de la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) de la SecretarÃa de Trabajo, que releva mensualmente a empresas privadas de más de 10 empleados, indica que solo el 4,3% prevé cambios inmediatos en su dotación. Dentro de ese grupo, un 2,5% espera contratar y un 1,8% anticipa recortes. El resultado es un saldo neto positivo, pero bajo: apenas 0,7%, en descenso desde el pico de 2,5% registrado en octubre pasado.
En la industria, los datos no son alentadores. Un informe de la Unión Industrial Argentina (UIA) mostró que el 17,6% de las fábricas recortó personal entre noviembre y enero, mientras que solo el 11,5% incorporó trabajadores. La Encuesta Cualitativa del INDEC refuerza ese panorama: al realizarse a inicios de este año, un 27% de las empresas industriales preveÃa reducir su plantilla entre febrero y abril, mientras que solo el 7% esperaba aumentarla.
En el caso de la construcción, uno de los sectores de mayor velocidad y más amplio alcance en la generación de empleo, también está encendida la luz de alerta. En el sector de obras privadas, el 11,3% de las firmas espera ajustar a la baja su dotación, mientras que un 12,3% cree que contratará más personal. En la obra pública, donde el ajuste es más fuerte, el 13,4% anticipa despidos frente al 22,2% que prevé un alza.
Gremios en alerta
Una amplia variedad de factores impulsa desde hace tiempo una retracción en lo que hace a la proporción de trabajadores sindicalizados. Las afiliaciones tienden a disminuir, afectadas por la pérdida de puestos laborales en el ámbito privado y público, a lo que se agregan entre otros factores las nuevas tendencias en las relaciones laborales entre empleados y empresas.
La crisis económica que derivó en la baja del empleo formal y las reformas laborales recientes afectaron la capacidad de las organizaciones gremiales de sostener niveles de sindicalización de otras épocas. Sectores juveniles, además, son más renuentes a dicha sindicalización, entre otra cosas por desempeñarse en empleos más bien ligados al ‘cuentapropismo’ o a organizaciones en las que resulta difÃcil identificar a los empleadores.
En ese complejo esquema, la informalidad laboral y el uso de plataformas digitales influyeron directamente en la aparición de nuevas formas de organización que compiten con los sindicatos tradicionales. El futuro en este campo, claramente, ni siquiera comenzó a escribirse.