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Norberto Pagliettini: Alma y vida ‘villera’

9:33hs
martes 28 de febrero, 2017



 

Entusiasta y de crónico buen humor, Norberto Pagliettini vinculó su vida al trabajo desinteresado en instituciones sociales y deportivas. Hoy es un símbolo de Villa San Carlos, donde ocupa la vicepresidencia segunda. “Tengo puesta la camiseta de la Villa, pero también tengo entrañables recuerdos de Estrella de Berisso, Hogar Social, CEyE: en definitiva, mucho cariño por todas las entidades de Berisso”, dice quien fuera distinguido en octubre de 2016 como “Ciudadano Destacado”.

Norberto pasa incontables horas en la sede de Montevideo y 25, ininterrumpidamente desde hace 58 años. Si bien sus comienzos deportivos estuvieron vinculados a Estrella, un compañero del frigorífico Swift lo hizo entrar a la ‘fábrica’ y al club Celeste.

Tenía 14 años cuando, rondando las 6 de la tarde iban para el gimnasio de Estrella. El encargado, vecino de Norberto, les confiaba las llaves y se quedaban jugando hasta la medianoche. Saliendo cenaban o tomaban algo en el famoso ‘Bar de Salo’, donde trataban de no demorarse para iniciar la jornada laboral cerca de las 5 de la madrugada.

Un buen equipo trabado por lazos de amistad fue el resultado de esas horas compartidas. Por entonces la Cebra tenía un gran equipo en Primera. “Les decíamos ‘los viejitos’”, cuenta el dirigente celeste.

Entre los jugadores de aquel equipo estaban Marini, Maisonave (ídolo de Norberto), González y Appa, todos nombres importantes de esa época. “Nosotros estábamos en la 4ª división en 1956 y la dirigencia nos pidió que reemplazáramos a esos ‘viejitos’, que de un día para el otro decidieron no jugar más”, rememora para explicar cómo fueron reclutados para desempeñarse en Primera.

Los resultados de aquella experiencia fueron muy buenos. “Tan buenos resultados que al año siguiente, los ‘viejitos’ quisieron volver y obviamente nos hicieron de lado. Como nos quedamos sin lugar nos fuimos a Trabajadores de la Carne y ahí fui a buscar a un ídolo como ‘Chelo’ Espósito, que incluso jugó en la Selección nacional”, menciona Pagliettini.

Ese grupo ganó el torneo de tercera logrando el ascenso. Sin embargo desde el club les confirmaron que no iban a seguir con la actividad y el conjunto se desarmó. “Yo ahí empecé mi relación con Villa San Carlos”, precisa Norberto. Corría el año 1959.

“Cuando me casé vine a vivir a metros de la sede”, explica luego. Formada la familia, llegaba de su trabajo en Capital y no dudaba en preguntar por la trayectoria escolar de los chicos y por su desempeño en el Club, donde ya jugaban básquet.

Casi de casualidad, un día que llegó más temprano decidió buscar a los chicos que todavía estaban en el club. “Cuando llegué solo había una persona barriendo y el técnico de básquet con un montón de chicos. Como al técnico lo conocía le pregunté si la otra persona era el intendente. ‘Es el presidente’ respondió: Manolo Reche”.

Fue el encargado de básquet, desbordado por el trabajo, quien le pidió si podía darle una mano. Ahí empezó a relacionarse con el club más de cerca. Tiempo después fue el propio Reche quien le comentó que como había fallecido el vicepresidente, necesitaba ayuda. “Me sumé y le prometí terminar la pileta que en ese momento estaba a medio construir en el estadio Genacio Sálice, detrás del arco, cuando la disposición del estadio era diferente y estaban ubicados sobre lo que hoy son los laterales”, cuenta.

De los duros años signados por la última dictadura militar, recuerda un fuerte cruce con el intendente designado, Comisario Ricardo Cersósimo. “Le dije que no podía ser que los clubes y entidades de bien público pagaran una tasa municipal y que iba a salir en los diarios si no me daba una respuesta satisfactoria. ‘Mañana firmo un convenio con Coca Cola y le cedo toda las instalaciones del club para depósito y usted es el que va a salir en el diario’, le dije”, rememora el dirigente, quien logró de ese modo dar inicio al camino que culminó con la eximición a clubes del pago de tasas municipales.

De a poco se pudieron hacer cosas. La Villa fue creciendo y en el gimnasio fueron concretándose diversas mejoras. “Justo ahora, a 40 años de eso, lo estamos remodelando. Llegué a ser presidente, pero cuando nació mi hija en 1980 pedí un tiempo para estar más con mi familia y entonces otros tomaron la posta. En el club hubo cambios de nombres, pero hubo continuidad de ideas y eso fue bueno para progresar”, explica.

Con cariño y a la distancia recuerda de sus épocas de presidente que muchos se reían porque ‘no sabía nada de futbol’ y tenía que ir a ver los partidos a la cancha. “La verdad es que no sabía nada, así que preparaba todo lo que se necesitaba y después me quedaba junto al comisario dentro del patrullero charlando hasta que terminaba el partido”, menciona.

Con una intachable trayectoria, Pagliattini trabaja con las mismas ganas de siempre en la sede del Celeste; tanto que al final de la noche, como desde hace tiempo, lejos de irse a su casa, espera la llegada de uno de sus hijos y algunos amigos para continuar trabajando en las mejoras al gimnasio. “Como casi todos los días, abro la sede a las 8 de la mañana y me voy cerca de las 23. Almuerzo y ceno muchas veces en el club”, expone.

Fiel a su estilo, su mensaje para socios e hinchas no puede ser sino esperanzador y va más allá de las palabras. “Todo está muy difícil: pagar los servicios, hacer obras y progresar es muy complicado”, observa, mientras retoma en silencio el trabajo cotidiano con el que de manera muy ordenada cumple desde hace años.

Dueño de una personalidad activa y jovial, se muestra emprendedor, virtud que se le reconoce en distintos ámbitos de Berisso. Por eso el orgullo de tener una camiseta del Hogar Social con su nombre, o por ejemplo el de ser distinguido con una butaca especial cuando ese equipo jugó el torneo Provincial.

Hombre de familia y de espíritu inquieto

Nieto de napolitanos, Norberto transita una vida muy arraigada en Berisso, más allá de haber nacido en Ensenada. “En aquella época no había clínicas en Berisso y mi mama fue a la Clínica Sosa, pero toda mi vida está en Berisso”, asevera.

Se casó con Ana Catalina Terluk. “Fue el 2 de junio de 1962 y ambos teníamos 23 años”, recuerda con emoción, tres años después de perder a su compañera de vida.

De ese matrimonio nacieron tres hijos: Guillermo, Martín y Lorena, quienes hasta el momento le dieron cuatro nietos: Sofía, Ana Paula, Pedro y Mora.

En lo laboral, su espíritu inquieto y emprendedor lo hizo transitar por diversas actividades. Como muchos en aquella época, tuvo que trabajar desde los 14 años para colaborar con el sustento de su familia, experiencia que aún recuerda con orgullo.

Pagliettini ingresó al Frigorífico Swift, donde cumplió diferentes roles (desde mensajero hasta auditor mayor) en 26 años de trabajo. Con la posibilidad de estudiar que le dio la propia empresa se recibió de tenedor de libros, perito mercantil y estudió inglés. “También estudié y me recibí en Capital Federal como Contador Industrial en la Universidad Lasalle”, repasa. Paralelamente pasó por “Reina Ana”, el aserradero de Clidas y “Electrodiber”, comercio al cual también estuvo ligado.

“Al irme de Swift el 31 de agosto de 1979 pasé a trabajar en la metalúrgica Carini, pero esta empresa quebró al poco tiempo así que llegó la oportunidad de pasar a EICA”, menciona luego.

La empresa era pujante y fabricaba válvulas selenoides para las industrias del polo petroquímico. Pero la crisis económica que afectaba al país por aquellos años obligó a paralizar la producción.

“Frente a ese problema laboral, me ayudó mi hermano en el estudio de contadores donde trabajaba”, comenta, observando que poco tiempo después se inició la segunda etapa de EICA, en este caso ya asociada a la brasileña Calorisol. Sin embargo, los problemas económicos seguían y llegó la hora de buscar nuevos horizontes.

Un conocido lo contactó entonces con el Instituto Medico Platense, donde ingresó como analista de costos, transformándose con el tiempo en Jefe Administrativo. “Trabajaba todo el día: hasta cuantifiqué la comida que se le daba a los pacientes”, rememora.

En 1991 Nicolás Krywiñia lo contacta con Eugenio Juzwa, electo intendente, quien le pide que se incorpore a su gabinete como Secretario de Gobierno, desafío que acepta.

Desde esa función comienza a intervenir en varios campos, entre ellos el del tránsito. “Estaba muy mal, sin elementos de trabajo y  con problemas de personal. En esa época también se descubrió que se ‘vendían’ por fuera del municipio las licencias de conducir”, menciona.

Otras áreas en las que intervino con fuerza fue la delegación de La Franja. “No había delegado y lo poco que había estaba deteriorado”, observa, indicando que de aquel entonces data la articulación del boleto ‘combinado’ para unir El Carmen con Berisso Centro.

Pese a lo absorbente de la función y la importancia del cargo, la remuneración era de unos 500 pesos, contra los 1.500 que había llegado a ganar en el Instituto Médico. Por eso, aceptó trabajar de noche en la empresa Cardone. “Hacía la facturación, pero igual era poca plata. Sin que yo supiera, algunos familiares hacían ‘una vaquita’ junto a un amigo y juntaban plata para mi familia, algo de lo que me enteré tiempo después”, relata.

Tras su paso por el Municipio, llegó el tiempo de trabajar en la estación se servicio de Enriquez, que se fortalecía a partir de una buena inversión en infraestructura. Después de un tiempo dejó su lugar y ya con experiencia en el rubro paso a realizar tareas en la estación de servicio de 7 y 32 en La Plata y otra vez en Berisso, en la del Puente Roma, donde luego de nueve años se jubiló.

En 2003, mientras todavía trabajaba en la estación de servicio, abrió con su familia el primer taller de GNC de la ciudad. Así nació ‘Norberto GNC’, en Montevideo 1457.

Vecino polifacético, Pagliettini fue además declarado Ciudadano Destacado en 2016 y es miembro asociado de la filial local del Banco Credicoop.

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