La vecina María Laura Fernández se recupera después de recibir en la vía pública un palazo en la cabeza. Otra herida se suma a una vida marcada por la discriminación.
María Laura Fernández fue agredida el pasado primero de mayo en horas del mediodía mientras salía para el almacén del barrio. Según se pudo saber, dos menores la golpearon en la cara con un palo. No es la primera vez que la hostigan. La vecina del barrio Santa Cruz sufría constantes robos, amenazas e insultos. A raíz de la lesión fue derivada al hospital Larraín donde fue evaluada y, tras la realización de una tomografía, dada de alta.
Pero el cuadro no mejoró. A la mañana siguiente María Laura estaba inconsciente y presentaba un estado de deterioro generalizado. Una vecina de la iglesia volvió a comunicarse con el Hospital donde quedó internada en sala de mujeres, luego de debatir si era en esta o en sala de hombres donde debía permanecer.
Después de dos días y debido a la complicación del cuadro pasó a terapia intensiva. Antiguos problemas neurológicos y las secuelas de las contusiones producto de los golpes recibidos generaron varios coágulos que hicieron que perdiera el conocimiento y la noción de tiempo y espacio.
Estabilizada en el sector, volvió a sala donde en los últimos días buscaba completar su recuperación. Pero el cuadro es complejo porque María Laura no cuenta con apoyo de la familia. Por eso se buscó la intervención del área de Acción Social del Municipio que la asistió con ropa, elementos de higiene y personal que la visita para poder darle de comer y contenerla. Sin embargo, para evitar nuevas agresiones y encaminarla hacia una completa recuperación, se busca poder internarla a través de PAMI en algún establecimiento apropiado para el abordaje de su cuadro.
Memorias en marcha
María Laura Fernández tiene 65 años y fue conocida por su pionera lucha en la ciudad para cambiar de sexo. Fueron años de andar para finalmente conseguir el DNI que no la nombrara como Ramón Oscar Fernández. En paralelo luchó por una intervención quirúrgica que esté acorde a su psiquis.
En notas periodísticas María Laura recorre una historia de sufrimiento a partir de su condición. Nació con menos de siete meses de gestación como varón aunque sin un normal desarrollo de sus genitales, pero siempre vivió y se sintió como mujer.
A los siete años, como no desarrollaba sus genitales, los padres la llevaron a un médico que la sometió a un tratamiento hormonal. Lo único que consiguió fue que a los 9 años le creciera vello y barba y que se detuviera el crecimiento de los senos. María seguía pensando como nena y jugaba como nena. Según narra, sus padres jamás entendieron su problema.
Fue inscripta como Ramón Oscar Fernández, hijo único del matrimonio compuesto por Juana Sebastiani y Oscar Fernández, y a los seis años comenzó el ciclo primario en la Escuela Gabriela Mistral de Berisso donde jugaba con las nenas, a pesar de que en su casa la vestían de varón. Con el tiempo, y por ir al baño de las mujeres, en el colegio la derivaron a un gabinete psicológico, y después sus padres la sometieron a un tratamiento psiquiátrico, pensando que la solución pasaba por la ingesta de psicofármacos.
Al tratamiento se sumaba además la decisión de sus padres de mantenerla encerrada a su casa. Para María Laura salir también era difícil por las agresiones e insultos que sufría. En el año ‘64, cuando tenía 13 años quiso iniciar colegio el secundario en el Industrial. Sólo soportó 20 días. Se refugió en su casa haciendo tareas del hogar; cosía y tejía. Fue a los 20 que decidió comenzar a luchar para cambiar su forma de vestir a pesar de la resistencia de sus padres. Hizo tratamientos psicológicos, pero la depresión no cedía. María Laura intentó quitarse la vida tres veces.
Luchando por conciliarse con su identidad vendió la casa de sus padres luego de que fallecieran para poder costear la operación de cambio de sexo en Chile. Se mudó a una pieza en la calle Nueva York y en tanto disfrutaba de su fiesta de despedida, los propios vecinos le robaron el dinero que había ahorrado.
Tiempo antes de ser hospitalizada había comenzado a escribir sus memorias, las memorias de lucha de una mujer persiguiendo el sueño de su verdadera identidad.
