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65º Aniversario de la Casa de Iluminación Antonelli

¡A brillar!

11:01hs
domingo 27 de enero, 2019



Alberto y Tita se muestran orgullosos detrás del mostrador. Una foto en blanco y negro, tesoro de la familia, recuerda el segundo aniversario de la inauguración. Era noviembre de 1954 y las persianas se abrían en el local de calle Génova al 4525. Por entonces, Alberto tenía 18 años y, para emprender su negocio, había necesitado de la ayuda de un socio. Sin vacilar convocó a su cuñado Arrecigor para que comience a rodar el emprendimiento.  Alberto contaba con el local y la mano de obra; el socio haría la inversión del capital inicial. Así quedó bautizado “Arrecigor y Antonelli Hnos” dando cuenta de la alianza comercial de los hermanos Antonelli. Por aquellos años y ante el boom de los aparatos de radio y televisión, Arrecigor llegaba con antecedentes en el rubro, dada la popularidad de su local de venta y reparación en la ciudad de La Plata.

La apertura del comercio hacía que Alberto dejara atrás parcialmente la historia familiar. Recién llegados a la Argentina, sus padres se volcaron a la viña. Trabajaron la tierra en Isla Santiago y Los Talas y fundaron la bodega “El Caracol”, ubicada también sobre calle Génova. Si bien acompañaba el trabajo de cosecha junto a sus 8 hermanos, ya desde pequeño el más chico de los hermanos varones se mostraba inquieto y atraído por el mundo tecnológico de la época. Le había pedido a su papá Antonio que le preste el garaje abandonado de la calle Génova donde, con lo poco que tenía, fabricaba cosas. El hobby le valió el mote de “joven inventor”. Por eso no es de extrañar que iniciara sus estudios secundarios en el Colegio Industrial, donde cursó hasta el cuarto año. A las capacidades intelectuales y creativas de Alberto se sumaba el buen trato y los atributos que Tita tenía como vendedora. “Puede vender cualquier cosa”, solía decir su hermano.

Mientras desarrollaban la actividad comercial, Alberto y su padre Antonio esperaban ansiosos la llegada de la lancha al embarcadero que se ubicaba frente al local. Los frigoríficos Swift y Armour vivían su época de esplendor y era imposible no detenerse frente al escaparate que se anunciaba con un cartel del Pato Donald en el Puente de madera que luego llevaría el nombre 3 de Abril. Cada semana, la vidriera exhibía los inventos de Alberto. No era raro ver artefactos que se movían o giraban, luces y colores. Para los curiosos trabajadores de la fábrica ver los inventos era una parada obligada de vuelta a casa.

La inventiva no se limitaba a su faceta comercial. Don Alberto llevaba sus creaciones a casa para el confort de la familia. Los techos altos, la chapa y la madera hacían que los hogares de Berisso se vuelvan gélidos en los inviernos. Una estufa a kerosene se volvía insuficiente para que las temperaturas aumentaran. Entonces llegó el ‘calienta camas’. Así bautizó Alberto a la estructura que contenía un caloventor que llevaba temperatura a los por entonces colchones de lana. Un termostato y un timer impedían posibles accidentes. También fue el autor material e intelectual del ‘convert espejaime’. El vehículo fue confeccionado a partir de moldes que alquiló en Buenos Aires con fibra de vidrio. El motor era prestado de una Siambreta. En la foto se ven las rodillas asomando por la estructura del auto.

Un paréntesis obligó a Alberto a alejarse de la actividad y dejar el comercio en manos de Tita. Fue convocado para hacer el servicio militar. Pasaron los años, pero la queja siguió intacta. La milicia lo había “atrasado” en su actividad de comerciante y armador. Viajaba a Buenos Aires y de la Capital traía los elementos para las arañas ornamentadas que al día de hoy los clientes recuerdan haber comprado en el local décadas atrás. A medida que la familia crecía, también se iba integrando al rubro. Cuando finalizaba el ciclo lectivo, sus hijas Daniela y Evelina llegaban para arreglar las luces de los arbolitos de navidad o hacer alargues. La tradición se mantiene y hoy por hoy los hijos de Daniela también aprenden.

Ironía del destino, el negocio se mudó a su actual emplazamiento de Avenida Montevideo en 1997, año en que la lancha que une el centro con diferentes puntos del delta comenzaría a salir frente al local de Génova.

El cambio de local se vio acompañado por el del consumo. Las bombillas de filamento daban paso a una nueva fuente de energía con las de bajo consumo, que tienen mejor rendimiento. Luego llegó el led. El cambio de hábitos trajo también cierta resistencia a la luz blanca. “Por eso le explicamos al cliente que hay tonos más cálidos”, explica Daniela, al frente del emprendimiento, desde 2005 junto a Evelina.

Alberto falleció en noviembre de 2004, mes y año que coincidieron con los 50 años del inicio de su labor comercial. En compañía de Tita, había conseguido llevar adelante el proyecto con el apoyo de toda la familia, que a pesar de estar abocada esencialmente a la vitivinicultura, supo entender las necesidades e inquietudes de sus hijos.

El local de calle Génova aún conserva objetos de aquel entonces. En sus cajas reposan electrodomésticos y mobiliario. Un folleto de electrodomésticos permite ver el sello del comercio y su número de teléfono: el 109.

El 15 de enero Alberto hubiese celebrado su cumpleaños. Visionario, vanguardista, emprendedor, supo iluminar una época a través de su inventiva. Visionario, vanguardista, emprendedor, cuando sus historias se replican, los ojos brillan.






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