Diego vive desde el mes de septiembre en una camioneta en 122 y 70. Tomó la decisión después de que le ofrecieran el retiro voluntario de su trabajo como seguridad en los ferrocarriles que, asegura, fue un ‘despido encubierto’.
En la combi guarda sus pocas prendas, un colchón y algunas frazadas. Se higieniza en la estación de servicio que funciona en esa esquina o visita a su madre para poder bañarse. Sus días son eternos, confiesa, y asegura que volver al mundo del trabajo se hace cuesta arriba. Diego vio quebrantada su vida cotidiana. El orden que brinda tener un empleo se esfumó y a pesar de que intenta buscar un puesto, no lo consigue. Tiene un hijo de 13 años y no espera dádivas, sólo un puesto de trabajo. A pesar de que su historia llegó a los medios nacionales, todavía no encontró ninguna respuesta, asegura que sabe realizar trabajos de mantenimiento y seguridad y confía en volver a ser un trabajador activo.
