El barrio de calle Nueva York muestra los avatares de más de un siglo de historia del país y la ciudad. Alguna vez, aquella legendaria arteria imantó a propios y extraños que siguieron la luz de su faro. A pesar de tantas penurias, la vieja Nueva York ofrecía un alentador camino de presente y futuro.
De aquel mundo propio surgen lugares emblemáticos, imposibles de trasladar de esa geografía. Uno de ellos es su histórico bar, en la esquina de Nueva York y Marsella (169). El edificio lleva más de 104 años en pie y sus paredes guardan una infinidad de historias que parecen querer contarse solas al atravesar la puerta de ingreso.
Todos lo conocieron como el ‘bar inglés’, teniendo en cuenta que su nombre inicial fue Bar Anglo Argentino de Thomas Dawson. Es la denominación que aún hoy se aprecia prolijamente tallada en la piedra del piso que sirve de ingreso y en el zócalos de la ventana que da al frente.
Aquella denominación aludía también a lo que inicialmente parecía perfilarse como una propuesta ‘elitista’. Se trataba de un reducto reservado para los hombres con cargos relevantes en las jerarquías de los frigoríficos y de la incipiente Hilandería, comandada en su mayoría por funcionarios con apellidos ingleses.
El paso del tiempo, los contextos cambiantes y la necesidad de sumar clientes marcó variantes y los que de pibes antes lo miraban desde afuera, pudieron ocupar sus sillas. A cargo estuvo luego la familia Cruz: a uno de sus hijos todavía parece vérselo dando saltos para ver sobre el mostrador. Fue ‘el Lito’, quien contó por años miles de momentos vividos en ese lugar y que -quién sabe- tal vez siga acodado en una de sus mesas con un faso y un vaso de tinto por la mitad, aunque no lo veamos.
Más tarde, el bar pasó por varias manos hasta que hace unos quince años, otro hijo de la “Nueva York”, Santiago ‘el Tucu’ Rodríguez junto a su compañera Graciela y a Juan Cruz Marciani (músico de Encías Sangrantes y Los Limones) lo pusieron nuevamente en marcha bajo el nombre “Raíces”. La pandemia y otras circunstancias les impidieron dar continuidad a los que eran sus planes originales.
Pero las persianas del bar perecen resistirse a mantenerse bajas y otra vez alguien se impuso la misión de revivirlo y remozarlo, tratando de compartir con el público su mística, entre paredes de ladrillos a la vista y lámparas de nueva generación.
“Otra vuelta para los presentes”
El pasado 1º de mayo, bajo el nombre “Raíces del Dawson”, el salón reabrió, exhibiendo una nueva propuesta gastronómica y cultural, de la que se puede disfrutar de jueves a domingos por la noche.
Los impulsores de esta nueva fase del bar son Alicia Rodríguez, Adriana González y Oscar Lutczak. El grupo cuenta que, poco antes de concretar su jubilación como empleada municipal (en Promoción Social y Producción), Rodríguez comentó a su homónimo Santiago la intención de reabrir, aunque rápidamente advirtió que ‘sola no podría’.
Obra de la casualidad, o quién sabe, días después se encontró con Adriana González, conocida empresaria del distrito y ex-funcionaria del área municipal de Producción, a quien le comentó su idea.
González le contó a la vez que junto a Lutczak planeaban la posibilidad de crear un centro cultural vinculado con su histórica identificación con el peronismo. Prácticamente de inmediato se unieron las ideas y comenzó a bocetarse el proyecto.
Varias semanas después de su reapertura, el lugar parece conservar su mística. Sobresalen elementos importantes de su construcción original -pisos, puertas, ventanas, cristales- y se advierten algunas reformas que encargaron al arquitecto Carlos Ferrando, quien se ocupó de aplicar cenefas, arreglos con chapas de zinc y otros detalles que modernizan el espacio aunque sin cambiar su esencia.
La nueva denominación surgió después de un análisis y un intercambio entre los emprendedores. “Muchos lo siguen llamando Bar Inglés, pero la referencia de Raíces fue muy fuerte, entonces fusionamos y recuperamos lo que dice la piedra en el ingreso y quedó como nombre Raíces del Dawson”, aclaran.
Su atractivo, advierten también, sigue intacto. “Esta es una calle que no tiene nada que envidiarle a Caminito, a San Telmo, a Meridiano V, u otros lugares así. Sí se necesitan decisiones políticas y vemos con agrado que hay señales de que eso va por ahí y que existe la posibilidad de la apertura de nuevas propuestas para todos los vecinos. Esto tiene que ver con una acción colectiva, esta zona debe ser un polo gastronómico y cultural”, afirman.
Diferentes propuestas para públicos diversos
Raíces del Dawson abre por ahora de jueves a domingos desde las 19:00, aunque un objetivo a mediano plazo es funcionar también en la franja del mediodía.
Una de las propuestas artísticas de cabecera es el “Micrófono Abierto” que ofrecen los domingos Lisandro Pejkovich, Pablo Giménez y Juan Páez, tres músicos de renombre que invitan a cantar a la gente.
También hay tango, repartido en clases y milonga y la idea es sumar un segundo turno nocturno, con el objetivo de abrir espacio a bandas de otros géneros y una franja de público más joven. “La idea es abarcar todos los géneros y dejar noches libres para el público que quiera venir a disfrutar de la comida y de charlas”, indican los responsables del sitio. Sobre el escenario ya actuaron Los Hermanos Herrera, Vecinos del Diablo y otros grupos y solistas.
A la vez, la propuesta gastronómica es variada y la intención es ampliarla. “Contamos con un equipo de cocina de experiencia encabezado por Cristian Alfaro. Tenemos una carta a la que sumaremos opciones, en la que ahora se pueden encontrar pizzas, milanesas, shawarmas, varenikes, provoletas, matambres, pastas, tapeos, papas, ensaladas, postres como panqueques, flanes caseros y nuestro postre de queso y dulce que aquí lo llamamos ‘el postre del General’ y tragos. Además queremos mantener un típico plato-olla”, describen.
Las propuestas de cada fin de semana pueden conocerse en espacios que el bar abrió en redes sociales (Raíces del Dawson en Facebook e Instagram). Para realizar reservas se puede hacer contacto con el (221) 506-6978.
