COLECTIVIDADES

Hacia la elección de la nueva Embajadora Provincial del Inmigrante

Cada día, una postulante

18:36hs
miércoles 21 de septiembre, 2022


Las Representantes Culturales de las colectividades se presentan en un ciclo producido por Berisso TV.


https://www.youtube.com/watch?v=egK0_2cj8aA

El sábado 8 de octubre se elige a la Embajadora de la 45ª Fiesta Provincial del Inmigrante. Este miércoles, a través de una producción de Berisso TV, conocemos a Natasha Rodríguez Diechtiar, Representante Cultural de la Colectividad Belarusa.

La Rusia del Oeste

El desarrollo de la cultura belarusa fue complicado por los múltiples acontecimientos dramáticos de los que da cuenta su historia nacional. Desde el siglo XIV, el territorio de la República de Belarús (Bielorrusia) fue centro del Gran Ducado Lituano; en el siglo XVI fue integrado en Rzecz Pospolita y en el siglo XVIII fue anexionado por el Imperio Ruso.

Las extensas llanuras de la nación fueron testigos en primera persona de campañas militares y batallas de las que participaron entre otros lituanos, polacos, rusos y alemanes y que incluyeron incursiones de los ejércitos de Napoleón y Hitler. La sucesión de cuadros históricos tan disímiles generó su influjo en el perfil cultural de un país conectado tanto con la cultura europea medieval, como con las tradiciones de Oriente.

El término Bielorrusia significa “Rusia Blanca”. La denominación no está relacionada con el color de la abundante nieve que cae durante el invierno, ni con fundamentos de tipo racista. Sucede que los Tártaros, que irrumpieron a principios del siglo XIII en las tierras que hoy ocupa el país, tenían un sistema cardinal basado en colores: el Negro equivalía al Norte, el Rojo al Sur, el Azul al Este, y el Blanco al Oeste, por lo que “la Rusia Blanca” es también “la Rusia del Oeste”.

Hablando de colores, no está de más una referencia a los que conviven en la bandera nacional: el rojo representa el pasado y fue el usado por las milicias bielorrusas durante la batalla de Grunwald y las del Ejército Rojo que combatió en la Segunda Guerra Mundial; el verde representa el futuro esperanzador de Bielorrusia y a los bosques del país.

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Con capital en Minsk y pasado de república federada de la URSS, el actual Estado cuenta con un territorio caracterizado por extensos bosques y la proliferación de lagos de origen glaciar (se cuentan unos 4.000). Al cultivo de cereales, por años la actividad económica dominante enlazada con la agroindustria, se le sumó con fuerza en los últimos tiempos la labor de grandes complejos petroquímicos de Novopólotsk, Grodno o Svetlogorsk.

La presencia de inmigrantes bielorrusos en la región, particularmente en Berisso, comenzó a advertirse en tiempos de la Segunda Guerra. Junto a ucranianos, lituanos y eslavos de otras nacionalidades, los bielorrusos que pisaron tierra berissense conformaron en agosto de 1941 una Sociedad que tuvo como principal objetivo dar refugio y ayuda solidaria a quienes llegaban de un territorio diezmado por el conflicto bélico.

No obstante, antes de la marca que impuso la guerra, en tiempos de las primeras corrientes inmigratorias los connacionales ya realizaban algunas tareas comunes, fundamentalmente ligadas a la preservación de sus costumbres, tareas que se retomaron con fuerza y ya a nivel institucional cuando el 4 de julio de 1965 la sociedad fundada en los ’40 comenzó a llamarse “Club Vostok”.

El término Vostok significa “Este” u “Oriente”. También se bautizó de dicha forma a las naves espaciales soviéticas que abrieron rumbos en la exploración del espacio. Actualmente, en estas latitudes, la denominación sigue siendo el nombre propio del Club que despliega en forma permanente un nutrido abanico de tradiciones.

Castillos y más castillos

Pese a los estragos que causaron las guerras, Belarús mantiene en pie incomparables obras maestras de la Arquitectura. Durante el siglo XIV, tiempo de lucha contra los cruzados, el Gran Duque Hiedymin inició la construcción de una serie de los castillos defensivos (por ejemplo en Navahrudak, Kreva, Lida y Miedniki) que se conservan en diferentes condiciones. La línea de fortificaciones le dio a Belarús la fama de “país de castillos”, teniendo en cuenta que las fortificaciones estaban separadas por distancias que en líneas generales no superaban los 20 kilómetros.

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Hasta los templos bielorrusos tuvieron funciones defensivas. En el siglo XVI fueron construidos por ejemplo los templos-fortalezas de Synkavičy, Muravanka y Kamai, cuya particularidad consiste en una diferenciación clara entre los sectores destinados al culto religioso y a la defensa frente a invasores. Cuando en el país comenzó a difundirse activamente la doctrina católica, se sumaron al patrimonio iglesias impresionantes, entre ellas las de Iškoldz’ (s.XV), Usialiub (s.XV) y Niasviž (s.XVI). También se conservan hasta nuestros días muchos templos de madera, centros históricos, manzanas y callejuelas de barrios antiguos (en Hrodna, Minsk o Viciebsk por ejemplo) donde todavía se respira aire del medioevo belaruso.






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