Las Representantes Culturales de las colectividades se presentan en un ciclo producido por Berisso TV.
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El sábado 8 de octubre se elige a la Embajadora de la 45ª Fiesta Provincial del Inmigrante. Este viernes, a través de una producción de Berisso TV, conocemos a Yanella Ailén Bettencourt, Representante Cultural de la Colectividad Caboverdeana.
Granos de arena esparcidos por el globo
Luego de que un marinero portugués ‘descubriera’ el archipiélago en 1455, los colonizadores instalaron allí un obispado para ‘bendecir’ a los barcos de esclavos. La geografía de Cabo Verde, república independiente desde 1975, comprende diez islas volcánicas y cinco isletas que integran dos grupos (Balavento y Sotavento), situadas a 600 kilómetros de la costa de Senegal, en África occidental.
Por siglos, el actual país fue puerto de abastecimiento para todos aquellos barcos que cubrían las rutas comerciales trasatlánticas y ofició de vital nexo de comunicación entre el «viejo» y el «nuevo» mundo. Sin embargo, durante quinientos años de ocupación, los colonizadores no hicieron demasiado por su promoción y desarrollo. Aplicaron en cambio infames políticas esclavistas, lo que generó miles de muertes por hambre y un gradual éxodo que finalmente fue masivo.
En la actualidad, de un millón de personas que se consideran caboverdeanos, menos de la mitad vive en las islas. Los países en que los emigrados se radicaron fueron fundamentalmente Holanda, Francia, Portugal y los Estados Unidos (Nueva Inglaterra en particular).
Los que llegaron a Argentina y se establecieron en Ensenada acunaban al menos desde 1927 el sueño de contar una institución que los nucleara. Ese deseo, más numerosas reuniones en distintos barrios de la mencionada localidad, permitieron fundar la “Asociación Caboverdeana de Ayuda Mutua”. Algunos inmigrantes hasta empeñaron sus casas para poder construir la sede de la colectividad, que finalmente se erigió sobre valiosos renunciamientos personales en beneficio de la comunidad. El nombre de la institución mutó luego a Asociación Caboverdeana de Ensenada y se transformó en orgullo de hijos y nietos de aquellos precursores que aportaron su esencia africana al crisol de razas en que se convirtió la región.
A pesar de sus reducidas dimensiones, Cabo Verde impresiona por su diversidad, ya que cada isla cuenta con sus atractivos particulares, que van de playas de ensueño a montañas, oasis, volcanes y paisajes lunares. Sus habitantes hablan portugués y kriolu y son en su mayoría católicos.
Se trata de una tierra en la que las virtudes del groc (el aguardiente que se destila en el archipiélago) se suman a las de la cachupa, su comida típica. Es también una nación que no concibe la vida sin música y que tiene en Cesária Évora a una de sus máximas embajadoras, difundiendo por el mundo la morna, género que refleja como ninguno el alma de los isleños. La música es, por lo tanto, herramienta para hablar de idas y venidas, de sueños y de amores; también es la vía para reflejar dolores y distancias, como los que pone de manifiesto una vieja canción… «El mar es la morada de la nostalgia / nos separa de tierras distantes / Nos separa de nuestras madres, de nuestros amigos / Sin certeza de volver a verlos jamás«.
Trampolín a América
La situación geográfica del archipiélago caboverdeano en la ruta triangular entre Europa, África y las Américas convirtió a las islas en un lugar estratégico, privilegiado para el intercambio comercial de los barcos de la navegación transoceánica. No fueron pocos los navegantes célebres que tocaron sus costas; sólo para dar algunos nombres basta mencionar a Vasco de Gama (ancló en 1497) y a Cristóbal Colón (lo hizo en 1498). Del mismo modo, la nave Victoria de la flota de Magallanes pasó por Cabo Verde en 1522.
