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Habremos de Encontrarnos

12:53hs
miércoles 12 de julio, 2023


Por Juan F. Klimaitis [email protected]


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Hurgando entre las estanterías de una librería en Berisso, me topé con un título que captó mi atención debido al conocido apellido del autor. “HABREMOS DE ENCONTRARNOS” se aferró a mis manos con un ineludible afán. En la portada, debajo del título, descubrí el nombre del escritor: Marcelo Pablo Suniar Gonda, un joven de 23 años cuyo trabajo literario nunca pudo conocer su destino. Fue su padre, Pablo S. Gonda, quien rescató la memoria de su hijo y trajo de vuelta al recuerdo del público, después de que él partiera hacia la eternidad de las más profundas remembranzas.

A poco de recorrer con la asiduidad que proporciona la grata ansiedad, me sorprendió su contenido. Después de una imagen colorida y una breve reseña biográfica de este malogrado escritor con ansias de perdurar en el recuerdo eterno, me encontré de repente con relatos breves, llenos de maravillas que llevan al lector a seguir leyendo sin pausas, sumergiéndolo en el mundo del género fantástico. Incluso más, en el espacio del terror innominado que alguna vez creó el poeta del horror cósmico, Howard Phillips Lovecraft, aquel norteamericano que soñaba con paisajes arraigados en los dioses supervivientes de antiguos templos, simplemente al observar el fluir y cambiar de las extrañas nubes en el cielo.

La soltura de su joven pluma removió mis entrañas literarias y me transportó de inmediato a ese paisaje que, a principios del siglo pasado, había sido plasmado por aquel autor septentrional. Fue sencillo sumergirme en la espesura ya desbrozada de sus intenciones al retratar, por ejemplo, a “San La Muerte” con su desarrollo adulto y un final imprevisto, tal como lo demanda la lógica impensada de todo desenlace propio de dicho género. Tan certero como las diversas tramas de sus otros relatos donde, nuevamente, bucea con veterano vigor, explayándose con magnífica síntesis en “La historia de él”, sorprendiéndonos con un camino de búsquedas y hallazgos que nos sitúa con magnífica destreza en el ámbito propio de la herencia lovecraftiana.

Luego, al cambiar el rumbo hacia el fascinante misterio, se embarca en un humor implícito no declarado pero pertinente, jugando con las palabras y haciéndonos creer en la irrealidad de «El vulgar», donde explota un diestro diálogo entre un psicólogo y un paciente. Sin pedir permiso, se adentra en el futuro y la ambigüedad, motivándonos a haciéndonos tener fe en la ensoñación del pasado y los juegos de una posible y aterradora hermenéutica mientras navega por “Mi cerebro es libre”.

Y gusta de jugar con esa vuelta al origen del arcano, cuando escribe “La tenue llama de una vela dibuja extrañas y arabescas figuras sobre las paredes de la habitación, deformando las verdaderas formas y dimensiones de las cosas. El humo del cigarrillo se pierde más allá de las tinieblas, absorbido por la voracidad del espacio”, buscando despejar la cordura de la irracionalidad, entre medio de la felicidad.

Posee visiones oníricas, al igual que el gran maestro en el que se inspira, lo que lo lleva a investigar, como ocurre en “El sueño”.  También realiza búsquedas, como se muestra en “Etapas”. Además, explora la temática de la muerte, los ángeles muertos, y se enfrenta con valentía al absurdo de un paciente que intenta evitar el cigarrillo, pero termina convirtiéndose en lo que no deseaba ser. Le gusta extenderse en el relato y sorprendernos con una trama filosófica propia, al cuestionarse sobre la posibilidad de una explosión en el centro de nuestra galaxia.

Pablo, como padre, recupera vivencias en papeles de 1986 y 1988, gracias a la liberación que le otorga el dolor por la ausencia de su hijo. No hay otra respuesta que esta coherencia entre razón y emoción, entre la pérdida y la evocación de lo que pudo haber sido, pero no ocurrió.

Como queriendo sumergirnos en el mundo lúdico de los personajes dibujados en el pergamino, de repente vuelca su percepción del entorno al producir poemas con una ingeniosa libertad, despojados de los desgastados harapos lingüísticos que resultan incomprensibles e irreparables. Estos poemas nos sumergen en dudas, interrogantes y ojos que buscan destellos que parecen extinguirse, pero se encienden nuevamente de inmediato. O logran descubrirlos para llegar a un corazón amado en 1989.

Y una vez más, se intercalan relatos breves con remates en negrita que profundizan en pensamientos vibrantes, esquemas filosóficos o incluso indagaciones sobre la propia existencia. Es un recurso válido que se aplica a sí mismo, algo que rara vez he visto en otras obras. Encontraremos historias de amor no resueltas y muchas otras experiencias literarias en prosa y verso, hasta llegar al año 1991, cuando el autor exhala su último aliento y libera su alma de manera definitiva.

Este libro fue creado por su padre, Pablo, quien lo marcó en sangre, aliento y fervor, logrando que su hijo reviviese en palabras, para nunca más morir…






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