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Berisso y su memoria

Jorge Luis Grau, un narrador de leyendas

10:51hs
sábado 30 de septiembre, 2023


Por Juan F. Klimaitis [email protected]


Las cosas, de repente, emergen en la vida cotidiana como por arte de magia. Esta es una oportunidad que no se puede dejar pasar, sobre todo cuando uno tiene la costumbre de plasmar recuerdos por escrito y necesita capturar ese efímero instante de inspiración. A menudo resulta esquivo, pero cuando finalmente llega, es imperativo volcarlo inmediatamente sobre el papel. Sucedió que mi hijo formuló una pregunta a raíz de la sugerencia de otra persona, acerca de los antiguos colectivos que una vez recorrieron las calles de Berisso. Mi memoria accedió a esta información y le compartí lo que sabía al respecto. Sin embargo, poco después, un recuerdo resurgió en mi mente: un libro de mi propia autoría titulado “Historias con sabor a Berisso. La mirada de los oficios. Vocabulario de términos populares”, publicado en el año 2011.

En el mismo documento, específicamente desde la página 87 hasta la 114, se presenta un detallado abordaje alfabético, que funciona a manera de «diccionario», abarcando una amplia variedad de términos que solían emplearse en nuestra localidad. Este compendio abarca desde elementos característicos de lugares emblemáticos, pasando por juegos infantiles, figuras destacadas, empresas privadas, establecimientos comerciales, alimentos distintivos, nombres de calles, zonas de recreo, curiosidades, miembros influyentes de la comunidad y una multitud de historias concisas que contribuyeron al florecimiento de esta región ubicada a orillas del Río de la Plata. Específicamente, en la sección correspondiente a la letra “C”, tuve la ocasión de encontrar el término “COLECTIVOS”, donde se brindaba una extensa descripción acerca del tema que previamente había sido solicitado.

Aunque el volumen estaba dirigido a personas con oficios y profesiones, resultó que tras la publicación de un artículo en el Semanario El Mundo de Berisso acerca de las marquillas de los cigarrillos que eran consumidos en esa época, un día en casa sonó el teléfono. Del otro lado de la línea estaba un hombre interesado en el tema, quien además mencionó que podría proporcionarme más información sobre dicha temática. Este hombre resultó ser Jorge Luis Grau, un vecino de Berisso que se había establecido allí en 1933, después de nacer en Villa Devoto en 1927. Su enfoque y su habilidad para evocar recuerdos me capturaron. A partir de entonces, lo visité en su residencia a orillas del Barrio Obrero en seis ocasiones, desde el 26 de agosto de 2006 hasta el 2 de diciembre del mismo año. Durante estos encuentros, registré en viejas cintas de casete TDK más de 13 horas de relatos excepcionalmente cautivadores y de un valor histórico que resulta difícil de cuantificar en su forma original. Todo lo que había experimentado a lo largo de su vida se convirtió en texto, se plasmó en palabras y frases, dando vida a una serie de anécdotas que constituían un universo único. Pocos podrían haber compartido esta riqueza con la misma profundidad que él lo hizo, con su manera clara y concisa de expresarse.

Hombre de convicciones sólidas, humilde y sincero, su vida fue una dedicación constante a la lucha por la supervivencia. Se desempeñó principalmente como oficial albañil, recorriendo los caminos del cemento y manejando la cuchara durante décadas hasta su merecida jubilación. Trabajó en diversas empresas de construcción y también emprendió proyectos personales. Fue él quien instaló las imponentes letras en el arco de entrada a la “República de los Niños”. Pasó tres años en YPF, y luego otros veinticuatro en los frigoríficos Swift y Armour. Además, como albañil, contribuyó a la construcción de muchas casas en Berisso, por nombrar solo algunos de sus logros. Este individuo roza la categoría de leyenda, personificando por sí mismo los valores arraigados en nuestra comunidad. Él construyó un hogar en el que crió a dos hijos, dejando un legado imperecedero que atestigua su paso por esta existencia. Aunque ya no está físicamente entre nosotros, quizás ahora esté erigiendo muros con nubes celestiales, erigiendo catedrales con torres imponentes y puertas amplias para dar paso a las almas humildes y respetuosas de sus semejantes.

Para dar testimonio de su pensamiento, vale mencionar su propia visión del Berisso del treinta y del cuarenta: Cuenta que “era como romántico, nos conocíamos todos, porque era una población chica, quizás con 7000 habitantes. Berisso terminaba en la punta del empedrado -Avda. Montevideo y Progreso-. Fue un pueblo que, me arriesgo a decirlo con claridad, fue el más feliz de todos los existentes de la Argentina y países vecinos; cada quince días estábamos de fiesta, ya que cobrábamos la quincena en el frigorífico. Escuchábamos radio -la TV no existía aún-: los Chalchaleros, BuonoStriano, la Pensión del Campeonato, etc. Motivo de tristeza era cuando alguien recibía la “papeleta”, es decir, el despido. No obstante, era frecuente que lo echaran hoy y lo llamaran mañana en el puerto para atracar en el muelle y cargar mercadería. Había trabajo, seguridad y con razón, felicidad. Todos trabajaban. Todos los domingos eran ravioles con tuco preparado con pollo. Berisso fue distinto”.

Este era Jorge Luis Grau, un vecino sencillo que contribuyó enormemente a su ciudad, que hoy es una metrópolis. Agradecemos su esfuerzo por preservar la memoria de sus calles y habitantes, así como su lucha por transformar un pueblo en una comunidad diferente y vibrante, que sigue avanzando hacia sus aspiraciones de crecimiento. Jorge Luis Grau fue, en esencia, el cimiento de todo esto…

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