Por Juan F. Klimaitis
En los inicios de la década de los años 60, cuando era adolescente, solía reunirme con un grupo variopinto de amigos en la casa de Jorge Mustafá, que se encontraba en la esquina de Ostende con Génova. Después de disfrutar de un vino “corredor”, compartir mates y guitarrear con Gustavo Frezzini, solíamos salir a tomar aire fresco a las orillas de la densa arboleda junto al canal aledaño a la avenida, generalmente durante las horas nocturnas del verano. Era como estar inmersos en una especie de selva sin patrón, donde el silencio solo era interrumpido por el trazo lumínico de los «bichitos de luz».
El curso de agua en cuestión estaba rodeado en ambas orillas por una vasta y diversa arboleda, que incluía hierbas y arbustos propios del monte ribereño. Parecía una extensión de esa floresta que se adentraba en el centro de la ciudad, dividiéndola en dos sectores.
Jorge Luis Grau recuerda que, en las décadas de los años 30 y 40, esta zona estaba poblada por densos pajonales, con escasas viviendas en lo que hoy conocemos como el Club Náutico. En este punto, el río hace un recodo, y dicho lugar se utilizaba como una especie de piscina natural, donde tanto jóvenes como adultos acudían para darse un baño. Además, en la intersección de las calles Lisboa y Génova, había una zona sin vegetación, que atraía a muchos aficionados a la pesca de mojarritas, bagres, bagres-sapos, bogas, dientudos, entre otros. En la avenida Montevideo, junto al puente -hoy 3 de abril-, se encontraban enormes eucaliptos, y los residentes de la zona solían salir de sus casas en traje de baño para bañarse o pescar en el río. En aquel entonces, las aguas eran considerablemente más limpias que en la actualidad. Aún no existían los detergentes ni las bolsas de polietileno, que, tras su inserción en la sociedad, muchas de ellas fueron a parar al canal Génova.
Raúl Filgueira recordaba que alrededor de 1924, existía un área de recreo en forma de explanada en la orilla del canal, cerca del citado puente. Estaba parquizada y rodeada de álamos, y la gente solía acudir allí para disfrutar de la sombra y la refrescante cercanía del agua.
En aquellas décadas, la densidad arbórea llamaba la atención. En el mismo año 1930, podemos observar fotografías donde se distinguen en sus orillas varios sauces llorones bien desarrollados y en hilera, que se conservaron hasta 1956, además de sauces y lo que parecen ser álamos piramidales. Pero, poco a poco, con el transcurrir de los años y por diversas razones, dicha diversidad arborícola comenzó a disminuir. En el Boletín Municipal Nº 78, en su resumen de obras realizadas desde 1966, se lee en su punto 7: “’Parquización de ambas márgenes del canal de la calle Génova: 2600 m” (¿…?). En 1982 se plantaron acacias bola. Entre 1987 y 1991, se produjo una seria polémica por la posibilidad del talado masivo debido al dragado del canal. Se sucedieron varias notas en el Semanario El Mundo de Berisso (Nº 162 y 163). En el Nº 164, un vecino se expresó sobre la necesidad de parquizar el canal. En el Nº 455, de 1996, otra frentista aludió a la prohibición de estacionamiento en la margen de dicho curso de agua. Ella misma expresó, además, la depredación municipal de eucaliptos centenarios y el talado de otros árboles que habían sido plantados con los vecinos.
Estos y muchos otros detalles pueden apreciarse en el libro “Árboles de Berisso: Antecedentes y Análisis del Arbolado Público” publicado en 1997 por Juan F. Klimaitis y grupo de colaboradores. Este estudio se llevó a cabo entre 1993 y 1995, abarcando un recorrido de 2442 cuadras, es decir, la totalidad de las que existían en ese período, además de plazas y espacios verdes. Así, en Berisso se contabilizaron 49.023 ejemplares correspondientes a 239 especies de árboles, arbustos y arbolitos localizados en las veredas de 174 calles, avenidas, ramblas, pasajes, cortadas y peatonales, incluyendo los bordes de canales. Así fue como se registró en el canal Génova, en ambas márgenes, desde el espejo de agua y la banderoteca hasta el Club Náutico y Astilleros Marina del Sur, 1662 ejemplares pertenecientes a 101 especies de estos tres tipos de vegetales. Las especies más comunes fueron el álamo Carolina con 300 ejemplares, el fresno americano con 209, el sauce con 164, la acacia blanca con 126, el eucalipto con 112 y la acacia bola con 90, entre otras, en orden descendente de cantidad. Es importante señalar que no se incluyó el lado oeste dela calle Carlos Gardel, donde había edificaciones; sin embargo, abarcó el lado del canal. Hasta finales de los años 60, esta área estuvo cubierta por sauces y álamos, además de contar con un sotobosque de pajonal húmedo que incluía espadaña, paja brava, totora, lirio amarillo y otras plantas, todo lo cual fue mermando paulatinamente por distintas razones. A partir de entonces, se sucedieron diferentes opiniones entre las intendencias de turno y los dueños de las propiedades cercanas al canal, en relación a tácticas opuestas de tala y reforestación.
La propuesta municipal busca crear un “paisaje artificial” que sea limpio y ordenado, con orillas libres de pajonal, pasto cuidadosamente cortado, pocos árboles en amplias áreas con bordes de mampostería sometidos al “embellecimiento con grafitis” y una exposición total a la canícula del verano. Sin embargo, existen vecinos agrupados y residentes decididos que optan por criterios diferentes de convivencia, prefiriendo disfrutar de la agradable sombra de los árboles, flora acuática flotante, márgenes con arbustos y variadas plantas autóctonas. Como corresponde a un entorno habitable donde participe la serenidad del agua y un reparador descanso humano, con su diversidad atractiva de aves, peces, tortugas, coipos y otros seres que hacen que este humedal urbano actual tenga su razón de ser. Es menester cierta cualidad gubernamental que comprenda adecuadamente la necesidad de mantener una armonía saludable entre ambas partes.
Por Juan F. Klimaitis ([email protected])
