INFORMACIÓN GENERAL

El día en que explotaron los excrementos

10:16hs
domingo 14 de abril, 2024


Por Juan F. Klimaitis ([email protected])


Berisso posee numerosas historias por contar. Es un fascinante mundo de episodios, anécdotas y vivencias que pueden y deben ser recreadas para las futuras generaciones interesadas en esos hechos ahora casi olvidados. Uno de ellos se remonta a hace casi cuatro décadas, cuando nuestra ciudad aún carecía del camino pavimentado que conecta La Plata con la avenida Montevideo, partiendo desde la calle 122 en La Plata y extendiéndose actualmente sobre un acceso terroso y compactado hacia la costa del Río de La Plata. Nos referimos a la emblemática ruta conocida como ‘la 66’ (hoy Avenida Río de la Plata / Juan Domingo Perón), la cual era extremadamente difícil de transitar en aquella época ya lejana.

Es sabido que, durante esos años, el enorme conducto de drenaje cloacal, procedente de la región platense, vertía líquidos y sólidos de los baños y sanitarios directamente en las aguas del Río de la Plata, podía ser visto elevado y aledaño a la calle de tierra. Específicamente, sobre la calle 125, había un orificio en la superficie cóncava de ladrillos del citado caño, lo suficientemente grande como para conectar gruesas mangueras provenientes de camiones cisterna que, haciendo fila, esperaban su turno para descargar.

El flujo de estos vehículos era constante, y su interior era todo un misterio. Además de transportar desagües cloacales domiciliarios, muchos de ellos llevaban fluidos considerados peligrosos, ya sea por ser venenosos, tóxicos o altamente inflamables. Los mismos eran residuos industriales que no habían sido previamente tratados ni neutralizados en sus lugares de origen. No debían ser arrojados en dicho conducto, dado que en ese momento aún no existían leyes al respecto, o si las había, no eran completamente respetadas. Además, las plantas de tratamiento eran escasas o inexistentes en las fuentes de producción de ciertos productos químicos.

El tramo final de este desagüe cloacal desembocaba, y aún en la actualidad sigue siendo así, en caída dentro del estuario del río, perdiéndose bajo las aguas. Previamente, en la superficie, un espacio amplio y cuadrado de mampostería sirve de «parador» para los pescadores que se ubican allí, lanzando sus líneas en busca de peces atraídos como alimento por los desechos fecales en suspensión, además de multitud de gaviotas revoloteando en busca, a su vez, de tales animales. Asimismo, como dato pintoresco, pero absolutamente perjudicial a la salud, las playas de sus alrededores atraen a veraneantes en plena temporada calurosa, para bañarse en esas mismas aguas, aun a sabiendas de su nauseabunda dilución. Tal es nuestra humana naturaleza.

La situación ocurrió en la madrugada del 5 de noviembre de 1986, cuando 3 pescadores que estaban sentados en el lugar, decidieron encender una fogata para calentarse. Ya sea debido a una grieta o una abertura mayor, las llamas se expandieron rápidamente, provocando una explosión violenta que los arrojó de lado, prendiendo fuego a sus ropas. Según testigos, las llamas alcanzaron una altura de hasta cincuenta metros, causando alarma entre los presentes. Dos de los afectados se quitaron la ropa y, con quemaduras en sus cuerpos, montaron en sus bicicletas y buscaron atención médica, desconociéndose sus identidades.

Todo ocurrió, según se desprende de investigaciones posteriores, debido a la acumulación de gases generados por el derrame de solventes como benceno, tolueno u otros, altamente explosivos en presencia de fuego. El incendio persistió por largo tiempo, con la intervención de hasta 5 equipos de bomberos debido a la naturaleza sumamente peligrosa de la situación y los riesgos potenciales implicados. Incluso después de extinguir las llamas, se produjeron detonaciones adicionales debido al recalentamiento de la mampostería, que se desprendió en un amplio radio, arrojando escombros al espacio y dejando un hueco significativo.

Los encargados de combatir el fuego se vieron obligados a trabajar durante ocho horas, hasta finalmente eliminar por completo el suceso. En varias ocasiones, los vecinos que observaban a los camiones descargando sus líquidos manifestaron su preocupación a las autoridades públicas, denunciando el vertido de sustancias combustibles en el desagüe cloacal. Los periódicos de la época, como “La Gaceta de la tarde” y “La Razón de La Plata”, informaron sobre el incidente mediante notas y fotografías.

En la actualidad, habiéndose pavimentado la traza y el sistema cloacal cubierto, ya no hay camiones vertiendo sus desechos industriales en el sitio en cuestión. Según la legislación vigente, estos residuos deben ser tratados en las respectivas instalaciones fabriles, mediante plantas de tratamiento de efluentes debidamente autorizadas y reguladas por entidades gubernamentales. A su vez, el proceso de tratamiento de los desechos cloacales de la población se lleva a cabo en la planta depuradora de líquidos, ubicada a corta distancia de la avenida Montevideo (40 y 165), la cual recoge los efluentes provenientes de La Plata, Ensenada y Berisso. Sin embargo, cabe cuestionar si esta planta es completamente efectiva debido al elevado volumen de fluidos que procesa y a los tiempos de retención adecuados en ella. Como consecuencia, es posible que el Río de la Plata siga recibiendo desechos sin un tratamiento completo y eficiente de separación entre líquidos y sólidos.

Historia curiosa, en efecto, pero que indica la falta de cuidado con la que se gestionan ciertos recursos que impactan de una u otra manera en nuestra calidad de vida, en relación con el medio ambiente y su protección y/o conservación.






Otras noticias


Mundo

EL MUNDO DE BERISSO © 2024 - Edición Dígital. Todos los derechos reservados.