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Homenaje a Marlene Kegler Krug: Del lado de la vida

10:40hs
domingo 3 de diciembre, 2017


En el edificio de 12 y 161 en el que funciona la EURHES de la UNLP se evocó a la estudiante de obstetricia desaparecida en 1976.


Era la mimada de la familia; la menor de cinco hermanos. Amaba comer moras y militaba en el barrio. Era la chica que quiso aferrarse a un poste de luz para que no se la llevaran los asesinos del Proceso: la que desaparecieron y la que siempre vuelve.

Marlene Kegler Krug tenía 23 años y había decidido dejar de estudiar Ciencias Médicas y pasarse a Obstetricia. Creía que la carrera de medicina era una expresión de las ‘clases hegemónicas’ y a ella le gustaba estar cerca de la gente. Por eso se sumó a la militancia universitaria y al trabajo barrial, alfabetizando.

Marlene nació en Paraguay, el 13 de abril de 1953, en el seno de una familia alemana, contexto que favoreció su condición bilingüe. Cuando para 1976 se iniciaron las cursadas se mudó con Nélida Vidal a un departamento ubicado en 124 entre 62 y 63, en Villa Argüello. Se repartían los quehaceres y estudiaban. “La recuerdo como una persona solidaria, buena y dulce. En varias oportunidades me invitó a reuniones y cumpleaños, a los que por una razón u otra no pude asistir. Y así pasaron los meses hasta el 24 de septiembre”, recuerda Vidal.

La noche del 23, Marlene había ido a casa de Juan García a quien conoció por la facultad en 1972. Como trabajaba de doméstica por el barrio donde él vivía, compartían almuerzos, mates o paseos hasta la estación donde Juan le hacía ‘caballito’ para alcanzar las moras de los árboles. Esa noche leyeron documentos políticos y Marlene le pidió un envase indígena. Fueron hasta la parada de 40 entre 1 y 2 donde tomaba el colectivo. Nunca más la vería.

La mañana del 24 habían planificado con Nélida levantarse temprano para estudiar. Pero el reloj pasó de largo. Marlene la despertó cerca de las 8. “Nos quedamos dormidas. Se me hace tarde, me voy… vos seguí durmiendo”, dijo y se despidieron.

La secuestraron hacia las 10 en la puerta de la Facultad. Mientras esperaba el colectivo, 3 hombres de civil la subieron violentamente a un auto. Se resistió, aferrándose a un poste de luz; pidiendo auxilio a gritos. Los secuestradores dispararon al aire para intimidar a quien tratara de acercarse.

Una crónica del diario “El Día” cuenta que se la llevaron. Pero en la misma nota, el Decano de Medicina de entonces, Manuel García Mutto, negaba que Kegler Krug estudiara en esa Facultad.

Marta también la conoció en la Universidad, cuando empezó a militar en el PRT. Le llevaba 3 años, pero enseguida ‘pegaron onda’. “Era espontánea, alegre, sencilla y humilde”, describe. Corrían días de adrenalina, miedo, conquistas. Para no quedar expuestas, durante las marchas-relámpago al Rectorado se “pintarrajeaban y simulaban mirar vidrieras o ir al baile”, recuerda también la mujer. “Visitaba seguido mi casa en Lomas. Le había contado a mi mamá que las torturas no la iban a convertir en delatora”, sostiene.

Y Marlene nunca dijo nada. Por eso, Juan -otro testigo de aquellos días- considera que tenía una ‘moral revolucionaria’. “Conocía cada paso mío. Sufrió las peores torturas. Nilda Eloy la vio crucificada. Nada dijo. Yo le debo la vida”, sintetiza.

La búsqueda fue intensa. Pero el cuerpo de la estudiante de Obstetricia todavía no aparece. “Mis papás le prepararon un lugar donde llevarle una flor”, cuenta Rolando, hermano mayor de Marlene que viajó desde Misiones para poder recuperar parte de la historia de la familia. “Fueron días muy difíciles porque sólo por teléfono nos contactábamos. Lograbas comunicarte a las 5 o 6 horas después de haber pedido la comunicación. Nos enteramos a los días que había una chica desaparecida en La Plata. Por el diario. Podía ser ella”, cita.

Fue Nélida -a quien se llevaron ese mismo 24 del departamento de Villa Argüello- quien contó, cuando fue liberada, que habían estado en cautiverio. “No supimos hasta tiempo después que estuvo en Arana y que ahí la torturaron hasta matarla. Mis papás murieron sin saber qué pasó con ella. Murieron esperando sus noticias”, describe Rolando.

Una fuerte carga simbólica

Desde 2015, la Universidad Nacional de La Plata, a partir de la Resolución 259/15, trabaja en la digitalización, reparación y entrega de copia de legajos de estudiantes detenidos desaparecidos durante la última dictadura.

El caso de Marlene tiene una especial carga simbólica, señaló Verónica Cruz, prosecretaria de DDHH de la UNLP: porque fue el primer legajo, porque Obstetricia no es Medicina, porque Medicina negó a Marlene y porque su vicedecano fue exonerado del Consejo Superior por su papel durante la dictadura. “Es un paso importante inaugurar el mural. Eso hace que las comunidades se planteen la formación profesional con un claro sentido ético, político y con un claro respeto por los derechos humanos”, detalló durante el acto con que se recordó a la estudiante desaparecida en la sede de la Escuela Universitaria de Recursos Humanos del Equipo de Salud de la UNLP, que ocupa el edificio del ex-Sanatorio de la Carne, en 12 y 161.

Gabriela Bisceglia, directora de la EURHES, explicó que la iniciativa, que incluyó la reparación del legajo y la pintura del mural, movilizó a la comunidad toda. “Marlene reapareció en lugares, objetos, recuerdos. Está claro que aunque te quieran desaparecer, no lo logran. Marlene fue un símbolo de aquellos estudiantes que fueron secuestrados y asesinados y además es un ícono de que necesitamos generar memoria colectiva permanentemente. Los estudiantes deben estar protegidos siempre y a ella la negaron. Esa es una forma de muerte” definió.

“El arte sirve para interpelar el pasado y tener un pasado mejor”, explicó por su parte Carlos Pinto, autor del mural que, entrando al edificio, homenajea a la estudiante.

En 15 metros se ven pasajes de una vida corta, de una vida intensa. Los colores cálidos señalan la vida. Aparece la UNLP, el roble, la obstetricia, su figura. Un pájaro en mosaiquismo da cuenta de un espíritu libre. La pasionaria -flor de Paraguay- funciona como transición. La pasión, Cristo, la crucifixión. La paleta se vuelve oscura. El cautiverio, los militares, la muerte.

Carlos trabajó durante mucho tiempo buscando información. Nélida pudo hablar por primera vez sobre lo que pasó. Y le dio la foto que Carlos eligió para pintar a Marlene. La misma que en un portarretrato acompañó el comedor de los Kegler Kurg durante 35 años. La de los colores cálidos, la de la vida.






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