POLÍTICA

Homenajes a Evita, a 70 años de su muerte

13:37hs
jueves 28 de julio, 2022



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El Partido Justicialista de Berisso adhirió a la conmemoración que en diferentes puntos del país se llevó adelante el martes por los 70 años de la muerte de Eva Perón.

El encuentro local tuvo lugar por la tarde en torno a los bustos que recuerdan a Evita y al general Perón en el Parque Cívico, en inmediaciones de Montevideo y 10.

Allí, luego de recibir la bendición del padre Juan Correa, los asistentes al encuentro escucharon un mensaje de Sofía Duarte, secretaria de Juventud del partido, para luego escuchar palabras alusivas del intendente y presidente partidario Fabián Cagliardi.

En la oportunidad, el jefe comunal destacó “el ejemplo de vida que dejó Evita” en sus acciones por los más humildes, así como “el legado de militancia” que recogieron en toda la Argentina muchos integrantes del movimiento justicialista.

“Una vez más nos sentimos comprometidos con su legado, honramos su nombre y redoblamos el compromiso de trabajar por los que más nos necesitan”, observó Cagliardi al referirse a la figura evocada.

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En la región, las numerosas actividades conmemorativas se habían iniciado el lunes en la sede de la parroquia San Francisco de Asís de la Plata, en donde Evita se casó con el general Perón.

“Hoy Evita trasciende un movimiento político y es patrimonio de la humanidad. Hay supuestas biografías, narraciones noveladas y muchos intentos de desmitificar su figura y ridiculizarla sutilmente, para hacerla caer como una más en el torbellino de la cancelación”, expuso en la homilía de este oficio especial, el Arzobispo platense Víctor Manuel Fernández. “Pero nadie puede destruir la fuerza simbólica de su figura. Porque ella habló de los pobres y los defendió desde abajo y desde adentro, desde el fondo de una historia personal que entendía lo que es estar en los márgenes de la sociedad”, consignó también, considerando que la dirigente tuvo una clara visión respecto de la urgencia de la pobreza, el significado del trabajo y los derechos de las mujeres.

Una marca profunda

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A 8 años de su muerte, la revista “Pregonando Verdades” publicaba una editorial en la que la figura de Eva Perón. “Hoy es el día de la Meditación. El almanaque, al conjuro del reloj, signará a la hora 20 y 25 el momento de la evocación de un pueblo a quien, mal que le duela a sectores de la reacción, sigue siendo la Mártir del Trabajo. El tiempo es implacable y los acontecimientos tratan de superar en vano lo que quedando en el camino, pasa a ser Historia o pasa a ser olvido…

Hace 8 años una ola de consternación golpeó los espíritus. Cuatro palabras se repitieron cientos de miles de veces. Millones de veces y siempre con incredulidad: Ha muerto Eva Perón”, se leía en aquellas páginas.

Tras la desaparición física de Evita, su esposo el presidente Juan Domingo Perón se impuso la misión de intentar perpetuar la figura de aquella joven mujer. La idea era construir un inmenso mausoleo de la ciudad de Buenos Aires, pero el proyecto quedó inconcluso por el golpe del ‘55.

Las tareas de conservación fueron encargadas al doctor español Pedro Ara, conocido por desempeñarse como agregado cultural de la Embajada de España en Buenos Aires, profesor de la Universidad Nacional de Córdoba y responsable de las tareas de conservación del cuerpo del líder soviético Lenin.

Perón buscaba que el cuerpo de Evita estuviera “permanentemente expuesto a la piedad o al homenaje de las masas populares».  Días antes de la muerte de Eva, el español había escuchado que el Gobierno iba a contratarlo para que conservara el cuerpo. Pensó primero en rechazar la convocatoria, pero el entonces embajador español, Manuel Aznar, le dijo que no podía negarse a la propuesta.

El 18 de junio de 1952, día en que Evita entró en un coma que parecía irreversible, Ara fue contactado oficialmente desde la Casa Rosada y el 26 de julio le avisaron que pasarían a buscarlo para que comiencen las tareas para embalsar a la primera dama.

Esa misma noche, Ara salió a buscar los materiales para empezar la conservación del cadáver y rastreó a un viejo conocido del mundo forense. Sin decirle palabras lo llevó hasta la Residencia Presidencial donde los recibió Perón. “Profesor, ésta es su casa. Usted dispone y manda sin que haya de ser consultado conmigo”, dijo Perón y lo guió hacia la habitación donde se encontraban los restos de Evita. “Estaba consumida hasta el extremo de lo posible”, recordó alguna vez el médico.

Los trabajos preliminares permitieron dejar al cuerpo listo para el velorio que tuvo lugar en la sede del Ministerio de Trabajo y Previsión. Los primeros en acercarse al cuerpo fueron la modista y el peluquero, quienes terminaron de presentar los restos de Evita para que pudiera ser vista por los miles de argentinos. Por orden de Juan Duarte -hermano de Evita-, el coiffeur cortó un mechón de pelo para su madre, Juana Ibarguren.

Los primeros resultados de la conservación hecha por Ara se pusieron en riesgo. Cuando vieron que el vidrio de la tapa del ataúd se empañaba, desconocidos abrieron el sarcófago para limpiarlo y dejar que entre el aire. “Esa insensata maniobra puso en peligro la estética de la conservación”, se quejó Ara al recordar ese momento.

Después de este riesgoso episodio, los restos de Evita llegaron a Azopardo 802. Fue en el marco de un fuerte dispositivo de seguridad que se montó en las inmediaciones y dentro del edificio sindical para evitar cualquier incidente con el cadáver. Durante los tres años en que el cuerpo de Evita estuvo en la CGT, el edificio sindical permaneció floreado en toda su extensión y una o dos veces por semana, la madre de Eva Perón y sus tres hermanas se acercaban hasta el segundo piso y, frente a la puerta cerrada del laboratorio, rezaban y lloraban.

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Ara guardó celosamente toda la información sobre su trabajo y rechazó las ofertas periodísticas para conocer detalles del embalsamamiento o permitir fotografías. El cuerpo permaneció en la CGT porque las obras del monumento donde descansaría Evita no había avanzado lo suficiente.

Un día antes del primer aniversario de la muerte, Ara envió a la Comisión Nacional “Monumento a Eva Perón” una carta para dar cuenta de la concreción de los trabajos. Detallaba: “el cadáver de la Excma. Señora Doña María Eva Duarte de Perón, impregnado de sustancias solidificables, puede estar permanentemente en contacto del aire, sin más precauciones que las de protegerlo contra los agentes perturbadores mecánicos, químicos o térmicos, tanto artificiales como de origen atmosféricos”.

Todo transcurrió con cierta normalidad hasta mediados de 1955, cuando el Gobierno de Perón debió lidiar con el golpe en curso. El 16 de junio de 1955, el cabo Toledo le informó al médico español que ninguna de las bombas arrojadas por aviones o de las balas de ametralladora que hicieron temblar las inmediaciones de la Plaza de Mayo había afectado al edificio de la CGT.

Ara cobró por el trabajo realizado y ante la inminente caída del gobierno peronista, rompió con algunos protocolos y permitió que obreros y miembros de la CGT pudieran ingresar al laboratorio y despedir a Evita. Fue entonces que el secretario general de la central obrera, Héctor Hugo De Pietro, le pidió que pusiera fin a esas visitas, ya que una eventual romería de 30 0 40 mil personas en ese contexto podría derivar en una tragedia.

El 23 de noviembre de 1955, los restos de Eva Perón fueron retirados de la CGT, iniciándose una fase de vandalismo, desaparición y ocultamiento, hasta que en septiembre de 1971, Perón volvió a encontrarse con el cuerpo en Puerta de Hierro, en Madrid.

El 1º de julio de 1974, el cuerpo de Evita fue depositado en la cripta de Olivos, junto al de Perón. Poco después sería trasladado a la bóveda de la familia Duarte, en Recoleta. Hoy los restos de Evita y Perón están separados: uno se encuentra en Recoleta y el otro en San Vicente.

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