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«La Central», un emprendimiento centenario y familiar

10:57hs
domingo 17 de diciembre, 2017


El negocio comenzó con Constantino Tomas, quien abrió las puertas de un local que hoy atienden sus nietos y su hijo Domingo.


Con la “pinta” intacta, Domingo Tomas llega todos los días al negocio centenario que lo vio nacer. “Hace horario completo”, bromea su hija. Juntos repasan algunas de las fotos que dan cuenta de parte de la historia de la sedería. Arriba, en la oficina, está el retrato de Constantino, padre de Domingo y fundador de uno de los comercios más antiguos de la ciudad. Otra foto recupera la esquina en color sepia. Una última refleja la celebración del medio siglo del local donde en una extensa mesa brinda la familia junto al intendente de entonces. Domingo les echa un vistazo. Se emociona, se ríe y recupera un relato de amor y sacrificio.

Constantino llegó hacia 1913 de Asia Menor. Se radicó en la ciudad y comenzó a trabajar en el frigorífico Armour prácticamente en tiempos de su inauguración. Le decían “Costi” y tenía 26 años.

Las jornadas en la fábrica durante épocas de guerra eran eternas. El inmigrante llegado de Mardín, pueblo de montaña en Turquía, había cumplido ya con varios turnos. Sin embargo, el capataz le dio un descanso de media hora y volvió a convocarlo para finalizar con la carga de un barco. Constantino no pudo llegar. Estaba agotado. Cuando se presentó al día siguiente tenía “la papeleta”. Estaba despedido.

Fue así que comenzó a comprar algo de ropa y a ganarse el apodo de ‘mercero’. Recorría todo Berisso a pie. Fue uno de los primeros en recorrer las fincas en la zona de Los Talas cuando había plata por la cosecha. Más de una vez se quedaba a dormir en algún galpón, porque no había medios de transporte.

En el año 1922, Constantino pudo viajar a Europa, reunirse con su esposa y retornar a América a su lado y con Jakub, su hijo adoptivo, sobreviviente de la matanza de armenios que desató a mitad de la década del 10 el régimen turco.

“Fue un verdadero puntal en la actividad de mi padre. Entre los dos nos dieron al resto de los hermanos una educación, un buen pasar y la cultura del trabajo”, narra Domingo, que tiene 93 años y desde chiquito ayuda en el comercio ubicado en Montevideo y 9. “Cuando tenía 7 años me iba al río con mis amigos. Mi papá me iba a buscar y me ponía a trabajar doblando las puntillas que venían en cajas de madera”, recuerda.

Fue al colegio Nacional y comenzó sus estudios en la Facultad de Medicina. Sin embargo un problema de salud le impidió obtener su diploma. “La Central” está a su cargo desde 1971, año en el que falleció Constantino.

De los años de vendedor ambulante del primer Tomas en Berisso y por vivencias que puede escribir en primera persona, Domingo recuerda que su padre “iba en tranvía y en tren a Buenos Aires a buscar ropa y nosotros íbamos a esperarlo al Sportman y lo ayudábamos a cargar los paquetes y a recibir los dulces que siempre nos traía”.

Ya a cargo de la sedería cuenta que viajaba en auto para traer las telas y que había un vínculo de confianza con la clientela. Sobre todo con las chicas de la hilandería que, ni bien cobraban la quincena, se acercaban a pagar. No había ni recibos, ni pagarés, sólo el empeño de la palabra. Y se cumplía. Por eso Domingo sabe que se lo aprecia.

El primer local se ubicó a unos 40 metros del actual. Era de chapa y madera. La Montevideo era empedrada y tenía rambla. La foto de un desfile militar la refleja en otra foto que se muestra en el comercio.

El reconocido comerciante del medio local comenta que por aquellos años se abría incluso el domingo al mediodía, por la feria montada en Avenida Montevideo. “Vendíamos sobre todo tela, ropa blanca, sábanas, frazadas y ropa de trabajo. También había elementos de mercería como complemento”, detalla.

Con el paso de los años, cada hermano puso a rodar su negocio a través de una cadena llamada “Jakub y Tomas Hnos”. Pepe, Tito, Jakub y Domingo tenían sus sucursales, incluida una que se abrió en la calle 12 de la ciudad de La Plata, recuerda Domingo.

Orgulloso, exhibe el diploma que le entregó el Concejo Deliberante recientemente, por los cien años del comercio. Olga, su esposa, pasa a saludar. Detrás del mostrador Santiago y Fernanda abrazan el legado familiar de inmigrantes, de trabajo, de puntillas, de confianza, de palabra.






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