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“El D1eg0”, para siempre

Lloro por mí

11:33hs
domingo 29 de noviembre, 2020


Por Walter Szumilo


“Mamá, mamá, mamá…

¿Sabés por qué me late el corazón?

He visto a Maradona

He visto a Maradona

Enamorado estoy”

Tengo unos parientes en Polonia. Si fuera en Islandia, en Sri Lanka o Birmania estaría en un aprieto similar. ¿Cómo explicarles la desmesura de esta devoción? ¿Cómo hacerles entender que estamos de pie cuando nos estalló el corazón? ¿Cómo conseguir que, al menos remotamente, se imaginen lo que se siente?

Acá, por suerte, es más fácil. Nos miramos con los ojos hinchados y no hace falta explicar. Es lo que pasa, dicen, entre quienes han compartido alguna clase de experiencia sobrenatural.

Y si bien el de las lágrimas es en este caso el lenguaje que todos entenderemos, intentamos una y otra vez ponerlo en palabras. La catarsis podría ayudar, aconsejará el terapeuta. Es que todos tenemos algo para decir. Y sean frases hechas, metáforas trilladas, réplicas de panegíricos ¿quién se atrevería a llamarnos a silencio? Escucharnos hace que la desolación parezca soportable.

Se nos fue el Diego… “Será eterno, vivirá en nosotros, blah blah…”. Pero miramos alrededor y ya no está y no hay consuelo. Se nos rompió el espejo que mirábamos cuando necesitábamos vernos coronados de gloria.

En esta tan argentina pulsión de vivir la vida a través de los otros, creímos ser quienes levantamos la copa en Japón o en México, quienes puteamos a un estadio entero cuando nos silbaba el himno, quienes inflábamos el pecho para ganarles a todos, pero sobre todo a nosotros.

Nos creímos parte de la magia, nos sentimos populares y queridos. Perpetramos una egoísta apropiación, la de actores de reparto colgándonos del protagónico, para tomar las mieles del éxito preservándonos de las penas que asolan a los héroes.

Intentamos hacerle creer que era dios, faltándole el respeto a su extraordinaria condición humana. A dios todo le hubiera resultado fácil ¿dónde habría estado el mérito?

El Diego cargó con él y con todos nosotros. Le exigimos ser ejemplo, lo obligamos a ser referente político, lo tironeamos y nos lo disputamos, lo acomodamos a nuestras apetencias ideológicas. Comparamos credenciales para ver quién podía reclamar más derechos sobre su espíritu libre.

Fue el más extraordinario futbolista que pisará alguna vez un campo de juego y un alma noble; el carisma en pinta; el distinto cuya luz inspira; el genuino, el generoso; el del don, la chispa, el barrio, la picardía; el de la gambeta antológica y la lengua filosa; el que cumple cuando dice que juega para tu equipo; el artista que no requiere de guión; el que pisó el barro para tocar el cielo. Y todavía le pedíamos más.

Más temprano que tarde surgirán las discusiones sobre las responsabilidades respecto de su muerte y de su soledad, aparecerán las disputas en torno a su herencia y se reciclarán los cuestionamientos a sus comportamientos censurables. Hoy no. Hoy no…

Aprovechemos lo que queda del día -de los próximos días- para revisar esa vieja colección de fotos ajadas y volver a proyectar nuestros tesoros en videotape. Y si alguien nos pide rendir cuentas acerca de por qué lo amamos, sonriamos, porque no tenemos la necesidad de preguntárnoslo.

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