Por el Dr. Alberto Alcoba (*)
El primer trabajo de don Juan B. Berisso fue en una chanchería en Buenos Aires. A los 20 años abrió su propia carnicería en la calle Defensa, en la que pudo quintuplicar sus ganancias, lo que le permitió instalar en el año 1867, un saladero en Barracas al Sud.
Se produce luego un hecho que cambiaría su destino: explota la epidemia de la fiebre amarilla, también llamada ‘el vómito negro’, que causa 13 mil muertes. Simultáneamente se dicta una ley de exoneración de impuestos a los saladeros. En razón de ello, decide trasladarse y con sus cuñados Tomás Vignale y Juan Solari compran las tierras de don Angel Zurita en la Ensenada, para iniciar el 24 de junio de 1871 las obras del saladero San Juan.
Es ése el hito que, luego de una larga investigación histórica, me dio sustento para impulsar, hace ya 24 años, la Ordenanza 2247/98, por la que se establece oficialmente la fecha de fundación de nuestra ciudad.
El agente originario de Berisso no fue de índole portuario como en el caso de Ensenada, ni político como en el caso de La Plata; tampoco defensivo como sucedió con Chascomús o religioso, como pasó con Quilmes. La primitiva población de Berisso surgió en torno de un establecimiento fabril, lo que marcó su fisonomía para siempre.
En el año 1900 se da en concesión a la firma “Samuel Zavalía y Cía” la explotación durante 40 años -junto al embarcadero de hacienda- de una fábrica congeladora de carnes.
La recuperación de tierras junto al puerto atrajo de inmediato la atención de los exportadores de carnes congeladas. El mercado ganadero estaba dando un vuelco al conjuro de la nueva técnica frigorífica y ahora nuestro campo debía prepararse para satisfacer una enorme demanda de Europa, cuya población industrial era gustosa de las carnes provenientes de ganados de la pampa argentina.
En el año 1902 se realiza la transferencia a la firma The La Plata Cold Storage Company Limited y en 1904 se inauguraron las instalaciones de la primera fábrica de enfriamiento de carnes. La era del saladero había concluido en Berisso y vendrían luego los frigoríficos Swift y Armour.
La gran oferta de trabajo fue factor decisivo para que Berisso se convierta en uno de los destinos del flujo inmigratorio que llegó a la Argentina entre fines del siglo XIX y principios del XX, también impulsado por las guerras mundiales.
A bordo de los barcos, muchos traían como lastre adoquines que en parte se usaron para dar forma al adoquinado de la calle Nueva York. Esa fue la razón por la que impulsé en el año 2000 la Ordenanza 2381, promulgada el 10 de octubre de ese año mediante el decreto 668, declarando patrimonio histórico, arquitectónico y cultural el adoquinado de dicha calle, a los fines de mantener su valor histórico y la memoria de todos los trabajadores que pisaron ese sagrado suelo.
Creo que resulta fundamental que en todas las escuelas del distrito se lleven a cabo actos alusivos en memoria de nuestro fundador. Sobre todo por la importancia de que la juventud conozca nuestras raíces, que se hunden en el mundo del trabajo.
Del mismo modo, la diversidad cultural es hoy un atributo sustancial de la identidad de todos los berissenses, algo que se debe preservar como valioso legado de nuestra historia. Es preciso remarcar que el ser berissense no es uno sino múltiple y tiene tantos significados como tantos somos los que habitamos esta gran ciudad; eso sí: unidos en un destino común.
(*) Siendo concejal, el autor promovió el proyecto mediante el que se fijó el 24 de junio como fecha fundacional de Berisso.
